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Diagnóstico Clínico del Moquillo

Canino.

PALABRAS CLAVE > Moquillo canino > virus moquillo canino > diagnóstico clínico > diagnóstico de laboratorio 

MVZ. Luis Antonio Calzada Nova.

MVZ. Leticia Vázquez Manríquez.

Laboratorio Dac Novis

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Resumen

El diagnóstico del moquillo canino requiere de un conocimiento detallado de las características del virus, de los factores de riesgo ambientales, de convivencia con otros perros y del tipo de dueño que favorecen la posibilidad de la infección. Asimismo, se requiere una correcta valoración médica de los pacientes para determinar su estado de salud, en general y en caso de observar datos de enfermedad confirmar con un correcto interrogatorio y una sistemática exploración física la posibilidad establecer los diagnósticos de presuntivo y de sospecha.

 

Para establecer el diagnóstico de certeza el médico veterinario zootecnista dispone de una variedad de recursos de laboratorio que le permitirían confirmar sus hipótesis diagnósticas con un alto grado de certeza, pero con la premisa de que cada prueba debe de ser interpretada teniendo como base el conocimiento detallado de la fisiopatología de la enfermedad y los signos clínicos observables dentro de cada etapa. Es factible obtener pruebas que nos den resultados falsos negativos por un incorrecto muestreo del paciente y no por la imprecisión de la prueba misma. Hasta ahora no hay mejor sistema de diagnóstico para reconocer una enfermedad con síntomas tan diversos y a veces desconcertantes, que la valoración clínica de un médico veterinario zootecnista bien entrenado.

Diagnóstico

 

Diagnosticar es una actividad humana que se originó, de la razón y la lógica, con los antiguos griegos y chinos desde el siglo VI a.C., que se caracteriza por la recolección, clasificación y análisis de datos; que permiten la emisión de una calificación, juicio o dictamen; con el fin de evaluar situaciones, eventos o “problemas” de diversa naturaleza. Todas las áreas del conocimiento humano, ante una situación en un momento y contexto determinado, son susceptibles de ser sometidas a un diagnóstico, especialmente las científicas y las técnicas.

 

En la medicina veterinaria, el estudio diagnóstico de un animal o grupos de animales es una combinación de procedimientos, maniobras y técnicas; que sometidas a un agudo escrutinio intelectual permiten definir el tipo y severidad de una enfermedad, lo más objetivamente posible. Los procedimientos incluyen el interrogatorio (anamnesis), la exploración física (propedéutica) y las pruebas complementarias, ya sean de gabinete o de laboratorio. 

 

La información recolectada, clasificada y analizada constituye la base con la que se genera progresivamente el diagnóstico de sospecha, el diagnóstico presuntivo, los diagnósticos diferenciales y el diagnóstico de certeza.

 

Para el caso particular del moquillo canino se es necesario integrar el diagnóstico por etapas, iniciando con los datos obtenidos de los propietarios de los pacientes y seguido de los hallazgos clínicos en los pacientes, mediante un proceso de razonamiento hipotético-deductivo, que es el método que las ciencias formales y la medicina científica utiliza para el diagnóstico de las enfermedades.

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El proceso de razonamiento diagnóstico inicia con:

 

• El estudio de la literatura científica disponible y actualizada que permita el conocimiento amplio de la enfermedad en cuestión. 

 

• Un interrogatorio clínico detallado y metódico.

 

• El estudio de los factores de riesgo y,

 

• Una exploración física sistemática para aplicarla en el estudio de pacientes específicos.

Es decir, inicia con conceptos teóricos generales y culmina con deducciones particulares, que permiten establecer hipótesis de diagnosis sujetas a verificación para su aprobación o rechazo mediante la realización de pruebas de laboratorio o gabinete confiables.

Diagnóstico de sospecha

 

Ante un posible caso clínico de moquillo canino, el diagnóstico de sospecha inicia con el interrogatorio al propietario del perro con especial énfasis para determinar la prevalencia de los factores de riesgo de la enfermedad. Se requiere conocer las características y las propiedades del virus, las condiciones ambientales y sociales donde se desenvuelve el paciente que favorecen la infección, la edad, los antecedentes de destete y vacunación, el estado de salud general e inmunológico y los hábitos del animal huésped, la fisiopatología de la enfermedad y los signos clínicos de cada etapa nosológica.

 

La edad es el principal elemento de estudio, ya que desde la primera descripción de la enfermedad realizada por Don Antonio de Ulloa en la primera mitad del siglo XVIII en perros enfermos en Ecuador y Perú se estableció que afectaba a perros menores de un año, concepto que fue ratificado por Edward Jenner en 1809 y que al día de hoy permanece vigente, siendo especialmente susceptibles los cachorros mayores de 6 semanas y menores de 6 meses.

 

Es importante considerar en la susceptibilidad, para la infección por moquillo canino, que la defensa inmunitaria pasiva que ofrecen los anticuerpos maternos pueden dar protección durante las primeras 10 semanas, con un intervalo de 8 a 12; y que la madurez inmunológica en el perro se alcanza alrededor de las 16 semanas de vida, elementos que podrían explicar por que la ventana de mayor riesgo ocurre en ese periodo.

 

Los perros adultos ubicados en ambientes contaminados con perros enfermos y sometidos a estrés intenso y sostenido, con enfermedades debilitantes, con cirugías mayores recientes o con desnutrición moderada a severa; también deben de considerarse como población de riesgo.

 

El origen del perro, es el segundo de los factores de riesgo para analizar, considerando que el contagio del moquillo canino se produce, definitivamente, por.

• Contacto directo de un perro enfermo con un perro susceptible, ya sea, por contacto nariz a nariz, inhalación de aerosoles en ambientes aéreos contaminados.

 

• El hacinamiento en jaulas o estancias de perros de diferente origen y edad.

 

• El lamido o husmeo inmediato de orines o defecaciones provenientes de animales enfermos.

 

• La introducción de cachorros en jaulas o exhibidores en donde minutos antes estuvo un perro enfermo.

 

Esta premisa que determina que el contacto directo o indirecto inmediato, es condición obligatoria para que se infecte un perro susceptible al moquillo canino se basa en el conocimiento de la baja resistencia del virus a las condiciones ambientales:

 

• El virus es susceptible a la luz ultravioleta, por lo que cualquier superficie expuesta a sol se considera libre del virus. Aunque si el virus se protege con sombra y se cubre con proteínas o antioxidantes, se puede retardar la inactivación.

 

• Por ser un virus envuelto en una capa doble de lípidos, es susceptible a jabones, detergentes sintéticos del tipo sulfonato o sulfato, carboxilatos, lignosulfonatos; hipoclorito de sodio al 1%, etanol al 70%, éter, cloroformo, formalina al 0.5%, fenol al 0.75%, cuaternario de amonio 0.3%. La desinfección rutinaria es usualmente efectiva para destruir al virus del moquillo canino en perreras u hospitales.

 

• Sobrevive en secreciones o tejido escindido al menos 1 hora a 37°C y por 3 horas a 20°C y por 3 horas a temperatura ambiente.

 

• Es extremadamente susceptible a la desecación y al calor, es termolábil. Por lo que el virus no persiste en el medio ambiente en regiones con altos niveles de exposición solar y temperatura. En climas cálidos no sobrevive en las perreras después de que los perros enfermos son retirados de las mismas.

 

Si en el análisis de riesgos incluimos el origen del perro en los últimos 15 días, el factor de riesgo se incrementa notablemente si el cachorro fue recogido de la calle, comprado en la calle, adquirido en albergues protectores de animales, conseguido en un centro de control canino, adquirido en mercados, tianguis o bazares públicos, adquirido en tiendas de animales con control sanitario evidentemente inadecuado.

Como tercer factor de riesgo hay que considerar los hábitos del dueño, es decir las actividades que usualmente realiza con su perro. Hay personas que refieren “Doctor, yo tengo muy mala suerte, éste es el tercer perro que tengo y que le da moquillo”, la respuesta es “No, usted no tiene mala suerte, tiene malos hábitos que favorecen la infección de sus perros”.

 

Es muy importante preguntar a los propietarios respecto a las actividades que ha realizado con su perro en los últimos 15 días, que correspondería al período de incubación de una enfermedad infecciosa viral, especialmente si ya tienen varias semanas con el cachorro. 

 

Serían actividades de riesgo:

 

• El permitir que su cachorro juegue en el parque con otros cachorros.

 

• El sacarlo a la calle permitiendo el contacto con otros perros.

 

• El no permitir salir a la calle al cachorro, pero permitir la salida de otros perros de la casa.

 

• Llevarlo de visita a casas de familiares o amigos en donde hay perros, especialmente si éstos últimos tienen acceso a la calle y al contacto con otros perros.

 

• El no permitir al cachorro el salir a la calle, pero tiene posibilidad de olfatearse con otros perros entre las rejas, o aún por debajo de la puerta.

 

• Haber tenido estancia en tienda de animales, estancia en pensiones, centros comerciales, hospitalización, estética o exposiciones, en donde pueda establecer contacto con otros perros.

 

Los antecedentes de vacunación son otra variable de riesgo a considerar para la enfermedad del moquillo canino. Una vacunación muy temprana en la vida del cachorro, es decir, antes de las ocho semanas puede ser un factor de riesgo alto, ya que los anticuerpos maternos tendían la capacidad de neutralizar a la vacuna. Hay normogramas que establecen cuando vacunar a un cachorro para prevenir el moquillo canino, dependiendo de los títulos de anticuerpos de la madre, por ejemplo, si la madre tuviera títulos de seroneutralización al parto de 1:100 sus cachorros no deberían de vacunarse antes de las 6 semanas, si la perra tuviera títulos de 1:400 los cachorros podrían ser vacunados a partir de las 8 semanas de vida y si la madre tuviera títulos de seroneutralización al parto de 1:2000 la vacunación de sus cachorros no debe de realizarse antes de la semana 11.

 

Un evento común en la práctica rutinaria de los criadores de perros y de algunos médicos veterinarios zootecnistas, es la vacunación temprana (6 semanas) con vacunas polivalentes, con 5, 6 o 7 antígenos diferentes, lo cual “consume”, prematuramente, la reserva de anticuerpos de origen materno e incrementa la susceptibilidad del cachorro para infectarse de moquillo canino en las siguientes semanas, especialmente si los hábitos del dueño lo exponen a mayor riesgo.

 

Evidentemente, los cachorros mayores a 8 semanas de edad y de origen incierto, con dueños imprudentes y sin vacunación contra el moquillo serían una población de muy alto riesgo de infección.

 

Los cachorros que sólo han recibido una vacunación contra moquillo antes de las 16 semanas también son población de riesgo, ya que no se tendría certeza de su estado de inmunización contra el virus, el clínico debe de considerar a esos cachorros como no vacunados.

 

Otro dato importante dentro de la historia clínica es el saber que el moquillo canino tiende a presentarse como focos epizoóticos locales, es decir durante un periodo corto pueden recibirse en el consultorio varios perros infectados o enfermos de moquillo, y es más común durante las épocas del año en donde predominan las lluvias y el frío, es decir en el semestre de otoño e invierno. Periodos en donde los perros son más susceptibles a infecciones respiratorias por los cambios de clima y donde el virus se mantiene más tiempo viable e infectante en los fómites del medio ambiente.

 

Diagnóstico presuntivo

 

El diagnóstico presuntivo se realiza por el médico veterinario zootecnista bien entrenado que conoce las características del virus, que analiza los factores de riesgo, que sabe de la fisiopatología de la enfermedad y que interpreta correctamente los síntomas de la misma.

 

Se utiliza intencionadamente el término síntoma, porque, todo dato clínico que se obtenga del interrogatorio al propietario o de la exploración física del paciente está sujeto a su validación, es decir a determinar si el hallazgo es cierto, explicable y útil para el diagnóstico. Todo dato registrado en un expediente es un síntoma, es decir es una señal o indicio de que algo está sucediendo en un organismo y requiere ser identificado, analizado, comprendido y justificado para darle un valor real y objetivo.A veces hay que desechar datos o comentarios ofrecidos por el propietario por que no guardan una línea lógica con el cuadro clínicos, otras veces el médico veterinario no colecta información clínica por que desconoce de su existencia, o aunque, el dato clínico sea obvio “no lo ve”, o lo ve pero no lo comprende, o ante el desconocimiento y falta de entrenamiento “crea” sus propias teorías y diagnósticos, con bases subjetivas y a veces dogmáticas.

 

En la opinión epistemológica y semiológica de los autores de este texto, un síntoma se transforma en signo, sólo cuando el médico veterinario zootecnista usa el razonamiento como principal herramienta de trabajo y logra darle explicación precisa, detallada y lógica; que le dé significado real y objetivo, a cada síntoma clínico recolectado. Y es en el cerebro del clínico en donde los síntomas de transforman en signos.

 

Hay información clínica que, sin ser patognomónica, es de valor clínico para establecer el diagnóstico presuntivo del moquillo canino, como:

 

• Enrojecimiento tonsilar. En la fisiopatología del moquillo canino se sabe que el virus se une al receptor denominado Molécula de Señalización de Activación Linfocítica (SLAM) o CD 150 que se encuentran en macrófagos, células dendríticas, linfocitos T, linfocitos B, macrófagos, células dendríticas, linfocitos T activados y célula madre hematopoyética, es decir en todos los órganos linfoides, desde el primer día de exposición al virus. Con la gran ventaja clínica de que las tonsilas corresponden a un órgano linfoide secundario visible, y por lo tanto, valorable clínicamente en función a su coloración. En el moquillo canino, desde la incubación de la enfermedad, las tonsilas se enrojecen sin tener incrementos en su volumen. Este enrojecimiento tonsilar es indicativo de la replicación viral activa en los tejidos linfoides y se mantiene observable durante toda la fase clínica de la enfermedad.

El primer signo clínico de moquillo canino es el recién descrito, en un perro aparentemente sano, juguetón y alegre, es decir asintomático. (Imagen 1)

Cabe resaltar que el mismo dato clínico puede observarse en cachorros que están en periodo de incubación de parvovirosis canina y hepatitis infecciosa canina.

 

• Siguiendo la fisiopatología de la enfermedad, después del periodo de incubación es cuando el virus logra unirse a los receptores Molécula de Adhesión Celular 4 de Nectina (nectina-4) localizados en las células epiteliales de todo el organismo, y es cuando es factible encontrar en el cachorro los datos de esa replicación epitelial generalizada, en donde resalta la conjuntivitis bilateral con acumulo de lagaña amarillenta en la mucosa ocular, descamación epitelial generalizada y pústulas en la piel del abdomen, muslos y cara interna de las orejas. Esos son datos clínicos suficientes que colocan al moquillo canino como primera hipótesis médica a confirmar o desechar.

 

• La presencia de diarrea y enfermedad respiratoria de forma conjunta o secuenciada también es una característica clínica del moquillo canino, que tan solo puede compartir con la hepatitis infecciosa canina. Es común escuchar a propietarios que dicen: “la semana pasada llevé al cachorro a consulta el veterinario, porque lo veía triste, sin apetito y presentaba diarrea, y le prescribieron un tratamiento con el que tuvo mejoría, pero ahora tiene lagaña, tos y un escurrimiento nasal”. Esas historias clínicas son altamente sugestivas del moquillo canino, aunque, también puede suceder que los perros presenten infecciones múltiples y concurrentes por otros virus, bacterias o protozoarios y asemejen el cuadro clínico, especialmente los que vienen de tianguis o mercados públicos.

 

• Es relevante citar que todos los perros afectados por el virus del moquillo canino pierden peso y volumen corporal, llegando a observar emaciación y caquexia después de una a dos semanas de estar enfermos.

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Imagen 1. Enrojecimiento tonsilar.

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Imagen 2.  Cuerpos de inclusión en leucocitos sanguíneos circulantes. 

• Es común que después de una semana de evolución clínica de la enfermedad los signos de afectación del epitelio gastrointestinal, como diarrea y vómito, desaparezcan y predominen los signos respiratorios e incluso se incrementen en severidad, manteniéndose una rinorrea mucopurulenta a sanguinolenta, con tos productiva y disnea caracterizada por taquipnea y disnea de esfuerzo, estertores de burbuja gruesa, soplos tubáricos y tiro respiratorio intercostal. Lo que le ha dado a través de la historia su nombre a la enfermedad.

 

• Ya tardíamente en la evolución de la enfermedad, y siempre mal pronóstico, puede observarse hiperqueratosis de nasal y digital, mioclonos rítmicos de las extremidades y convulsiones localizadas de tipo masticatorias como los signos más característicos asociados a esta etapa de la enfermedad. Sin embargo, también puede observarse hiperestesia  y rigidez cervical, dolor a la presión paraespinal, quejido nocturno de origen inaparente, convulsiones generalizadas tónico-clónicas, signos neurológicos de lesiones cerebelares o vestibulares, paraparesis o tetraparesis con ataxia sensitiva, anosmia, queratitis seca, uveítis anterior moderada, ceguera por neuritis del nervio óptico con degeneración y necrosis de la retina, osteoesclerosis en la metáfisis de los huesos largos (osteodistrofia hipertrófica) y artritis degenerativa (artritis reumatoide).

 

• En los estudios generales de laboratorio resalta, en la biometría hemática, el posible hallazgo de linfopenia transitoria al inicio de la enfermedad o permanente en los cachorros de 2 o 3 meses de edad con signos clínicos sistémicos y progresivos. También, es factible observar cuerpos de inclusión en linfocitos circulantes y con menos frecuencia en monocitos, neutrófilos y eritrocitos; que indican una infección viral, que corresponden a nucleocápsides semejantes a los paramixovirus (Imagen 2)

Suele reportarse hipoalbuminemia e hipoglobulinemia.

 

• En estudios radiográficos de tórax se puede observar en los pulmones:  infiltración intersticial no estructurada, generalizada, que en casos mas avanzados de la enfermedad puede acompañarse de lesiones de tipo alveolar, peribronquiales, asimétricas, indicativas de la complicación por infección bacteriana secundaria.

 

Para muchos médicos veterinarios zootecnistas el diagnóstico del moquillo se limita al nivel clínico presuntivo en razón de que no hay pruebas disponibles en su población y se ven en la necesidad médica de iniciar la terapéutica de sus pacientes.

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