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HABLANDO DE NEGOCIOS...

 

El Líder Veterinario que renuncia sin hablar.

Uno de los temas más populares en las redes sociales como TikTok®, Twitter®, Instagram®, así como en revistas y discusiones entre los líderes actuales, es el "Quiet Quiting" (QQ).

 

El "QQ" se ha vuelto una razón común por la que empresarios y líderes pueden perder fácilmente la calma. La culpa, que rara vez ayuda en cualquier situación, suele asignarse a aquellos descuidados, pasivo-agresivos, narcisistas, miembros de una generación particular, con distinta procedencia cultural, social o incluso racial, sin olvidar situaciones curiosas donde el estado nutricional de los colaboradores también es considerado. Algunos, con más empatía o habilidades sociales, lo ven como una forma de sobrevivir o en casos desesperados, como una manera de sobrellevar el estrés y presiones, personificado por su primo "Burnout". Lidiar con este estado, que solo desaparece con la ayuda de expertos en medicina, psicología y psiquiatría, puede llevar a un agotamiento emocional y económico considerable, con múltiples citas, terapias, medicamentos y otros procesos para, quizás, recuperar algo de cordura y motivación perdida para enfrentar trabajos insatisfactorios de 9 a 6 y navegar entre las expectativas laborales y personales al mismísimo estilo del zombie.

Es común etiquetar como  crisis  emocional al acto de apagar el teléfono que suena a las 2 de la madrugada o un domingo a las 3 de la tarde, lo cual refleja la urgencia extrema de algunos contactos en detrimento de una vida balanceada. También es frecuente ver cómo algunos sacrifican su vida personal en pos de ascensos profesionales y la constante búsqueda de un rendimiento extraordinario, sumando un esfuerzo tras otro, día tras día. Este comportamiento tiende a ser etiquetado como pereza, falta de interés, egoísmo, distracción, apatía, mala educación y otros adjetivos que, lejos de clarificar, se suman de manera poco reflexiva y responsable.

Es difícil de aceptar, fácil de asumir y doloroso de cambiar, ya que gran parte del universo laboral actual parece centrarse "supuestamente" en liderar equipos multidisciplinarios con valores y competencias alineadas con los ofrecidos por las empresas a colaboradores, clientes y la cadena de producción.

Los estudios demuestran reiteradamente que no se trata simplemente de cuestiones generacionales, falta de interés o una moda pasajera. Los verdaderos responsables son los líderes en las organizaciones, emprendimientos y compañías que carecen de límites claros, líneas de trabajo consistentes y espíritu colaborativo. Son aquellos que encuentran emoción en las batallas de multitareas, en las descargas de adrenalina de las tareas de último minuto, impulsados por esa sensación de urgencia, sumisión y relaciones basadas en la jerarquía y el logro personal, vacías de propósito y sustancia, antes de heredar el legado de causar daño a las personas, en vez de liderar con empatía y comprensión.

Reflexionemos sobre la frecuencia con la que el líder, al ser el primero en dar el paso en su mundo, en ocasiones queda silenciado, revelándose con impotencia, falta de capacidad y vergüenza al no cumplir con los mismos estándares que actualmente exige. Este líder busca equipos ya cohesionados, sistemas preestablecidos, clientes bien informados, proveedores conformes con un mínimo de atención y una exigencia constante, sin mencionar su entorno personal, acostumbrado a la escasa humanidad que queda al volver a casa.

El líder se ha transformado en piedra bajo el hechizo de ganar la cabeza de Medusa, encantado por su aparente victoria. Al contrario, algunos individuos comúnmente etiquetados como "perdedores o conformistas" muestran ahora un descaro elegante al construir una vida rica en diversos roles, una identidad más allá del uniforme, valores independientes de los que exhiben en la entrada del trabajo, una posición definida y un propósito en el mundo más allá de la transitoria tarjeta corporativa.

Estos desafiantes del sistema, a los que ahora llamamos "Quiet Quitters", representan un obstáculo para la vida del líder al desafiar a la organización a mirarse en el espejo antes de confrontar al monstruo que les aterroriza. Al igual que en la mitología, este personaje no es otro que el reflejo diario de una sociedad voraz, víctima de sus propias ilusiones que, aunque parezcan poco probables, se acercan mucho a sus delirios de grandeza.

 

Necesitamos héroes al estilo de Perseo que enfrenten sus demonios internos, líderes dispuestos a vencer a sus propias bestias, a alcanzar las verdaderas cualidades y virtudes que los comprometan a través de habilidades conocidas y por descubrir, a reunir y potenciar capacidades y habilidades, invitándolas a compartir una parte de su vida profesional con la energía y entusiasmo que solo puede traer el éxito bien merecido a través de la riqueza de la vida misma.

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