

Año XXII. Edición 129. Junio Julio 2025
Bioética en Ciencia Animal
PALABRAS CLAVE: Bioética > ciencia animal > conflicto de interéses > plagio > derechos de autor > antropocentrismo
M. en C., MVZ. Enrique Salazar Grosskelwing
Estudiante de Doctorado en Biociencias
Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia
Universidad Veracruzana, Veracruz, Veracruz, México

Introducción
El término bioética surgió en Alemania en 1927 en un escrito del Dr. Fritz Jahr, conocido actualmente como padre europeo de la bioética, donde describe las relaciones entre humanos, animales y el entorno. Sin embargo, no se reconoció como disciplina hasta 1971, cuando Van Rensselaer Potter publicó su libro Bioethics: bridge to the future (López-Baroni, 2016). En 1978 fue publicado en el Informe de Belmont un apartado titulado “Principios éticos y pautas para la protección de los seres humanos en la investigación” por la Comisión Nacional para la Protección de los Sujetos Humanos en Investigación Biomédica y del Comportamiento en Estados Unidos. En este mismo año, la Liga de los Derechos de los Animales, la ONU y la UNESCO proclamaron la Declaración Universal de los Derechos de los Animales. A partir de entonces, la bioética ha sido elemental en el campo de las biociencias.

Ética, mala conducta científica y conflicto de intereses
Ética proviene del griego ethos, que significa “destino”, es la rama de la filosofía que estudia la teoría de las normas de conducta (Teixidó-Durán, 2021). Si se disrumpen los principios éticos de la ciencia se ponen en riesgo la veracidad, la credibilidad y el funcionamiento de esta en la sociedad. Sin embargo, es cada vez más común que casos de mala conducta científica sean detectados y, a consecuencia, las publicaciones sean retiradas por contener información fraudulenta o falsa. Una de las principales causas de mala conducta científica es la prisa y la necesidad de publicar para mantenerse beneficiado por el sistema de recompensas de producción científica, o a consecuencia de satisfacer un interés secundario, esto puede predisponer al investigador a la manipulación de datos, o pequeños “ajustes” intencionales, para aumentar su asociación y, por ende, la probabilidad de ser aceptado y publicado en una revista científica prestigiosa. Un caso muy llamativo es el de Robert Andrews Millikan, premio Nobel de física en 1923, quien “seleccionó” los datos que más le convenían para defender su hipótesis. No necesariamente falseó, hizo una selección “a modo” de los datos que favorecían su prueba de hipótesis, su experimento fue bien diseñado y su hipótesis probada, pero los resultados causaron confusión a sus colegas en lo sucesivo por las diferencias que estos obtenían al reproducir el experimento, hasta que se detectó que había selección de datos por parte del investigador (Pitchard y Goldfarb, 2000).
Casos más graves de mala conducta científica se han suscitado recientemente. En 2011, Diederik Stapel, reconocido psicólogo social, fue denunciado por falsación completa y descarada de datos en más de 50 publicaciones científicas, una en la revista Science, constituyendo uno de los fraudes científicos más escandalosos. Stapel fue juzgado y sentenciado a una reducción de su pensión, lo cual podría no parecer una sentencia acorde a la gravedad del crimen. Sin embargo, ha sido vetado de publicar nuevamente (Brown, 2014). Todo esto no redime en absoluto la pérdida de la confianza que su atropello generó en el sistema de producción científica internacional, pero activó una alarma para reforzar el monitoreo activo de la conducta para la prevención del fraude en el ejercicio científico.
Por otro lado, anteriormente se mencionó el interés secundario como un factor que predispone al desvío del buen camino del científico.
La presencia de este interés secundario no necesariamente es una conducta inadecuada, sino una circunstancia que predispone a la aparición de dicha conducta. Esta circunstancia es llamada conflicto de interés.
El conflicto de interés es una situación, un conjunto de elementos presentes alrededor de la investigación, que pone en juego las decisiones que se toman en el proceso debido a la necesidad moral de corresponder a un compromiso con un tercero (Soto-Subiabre, 2016; La Rosa-Rodríguez, 2011). El conflicto de interés puede tener un origen personal, político o incluso religioso. Como es de esperar, la mayor parte de estos conflictos son de interés financiero, muchos de ellos relacionados con la industria farmacéutica.
Es importante detectar esta situación y disolverla para no poner en riesgo la calidad del trabajo científico y su credibilidad. Si se detecta conflicto de interés en uno o varios autores, es responsabilidad de todos dejar la investigación en manos de quien no presente un condicionamiento de esta naturaleza.
Plagio en investigación
Plagio tiene su origen etimológico en la palabra plagiāre, del latín, que significa “secuestro”. El término se aplicaba para el robo de esclavos que después eran declarados como propios por parte del responsable del hurto. Actualmente, se emplea para referirse al robo de material intelectual y se aplica al hecho de copiar obras ajenas y declararlas propias (González y Mattar, 2011).
El plagio se considera una falta grave en la conducta científica, incurre como un fraude. Los factores que predisponen a su ocurrencia son similares a los de otras malas conductas científicas: presión del sistema de recompensas por publicar, aumento de actividad en el mercado de compraventa de artículos científicos y la proliferación de revistas depredadoras.
El uso de internet ha favorecido que estas prácticas permanezcan en constante aumento. En el ámbito de la publicación de artículos científicos quienes presentan mayormente esta conducta son profesores universitarios, lo cual resulta bastante preocupante, pues ante el afán de engordar su currículum deciden engañar con toda intencionalidad por esta vía.
Sumado a lo anterior, un factor preponderante para estas prácticas es el florecimiento de revistas científicas depredadoras, definidas estas como editoriales de dudosa procedencia que publican artículos científicos sin revisión por pares (declarando que lo han hecho) a cambio de una cuota única pagada por el autor (el sustento de dicha revista), con muy bajos estándares éticos. Pues sus filtros son prácticamente nulos, a lo sumo editan el texto enviado para dar el formato que se ajusta a la revista, pero los editores no revisan los aspectos esenciales de la publicación. Como resultado, no se percatan de que el trabajo es copiado y el fraude se consuma (Abad-García, 2019).
Muchos artículos son retirados por esta causa, pero se requiere mayor monitorización y penas más severas para estos delitos, así como la búsqueda activa de revistas depredadoras para su desmantelamiento.
Desafortunadamente, estas empresas fraudulentas muchas veces se alojan en países pobres y se ven favorecidas por sistemas corruptos de gobierno. Al final, este problema también es un daño colateral de la pobreza, la desigualdad y otros problemas sociales, por eso corresponde a los científicos la principal labor, no caer en estas malas prácticas y publicar en revistas indexadas con estándares de calidad adecuados.
Relación de la bioética con la investigación
La ciencia se ha desarrollado a través del tiempo de una manera dialéctica como otras corrientes del pensamiento. Efervescieron revoluciones sociales, políticas y filosóficas. Una circunstancia prevalecía y sus propias contradicciones generaban una reacción para equilibrar la situación. Se abolió la esclavitud, la monarquía desapareció, el estado se separó de la iglesia, se defendieron los derechos de los trabajadores y surgió el voto femenino.
Con la revolución industrial el avance tecnológico dio un salto vertiginoso. Paralelamente, la ciencia encontró caminos, se valió de todas las herramientas posibles: educación, tecnología, capital, filosofía, historia, y la firme convicción de aproximarse a la verdad mediante un método que fue perfeccionando su eficacia. Sin embargo, el contexto histórico-social de cada época, enmarcado por la moral prevalente, dificultó o facilitó la aparición de estos cambios. Entiéndase como moral al comportamiento condicionado por las costumbres de la gente, ese comportamiento impuesto por sus circunstancias, influenciado por una serie de dogmas y creencias, y autorregulado por las mismas personas que no son del todo conscientes del por qué se defiende o rechaza una conducta determinada. Algo así como la capacidad de saber que se está haciendo lo correcto, pero sin pensar en ello, sin pensar en por qué es correcto o no. Cuando se razona acerca del por qué algo está bien o no, dejando a un lado los prejuicios sociales y dando espacio a la reflexión, entonces estamos hablando de ética. Mientras la moral se forja bajo principios coercitivos, la libertad es la esencia del pensamiento ético (García-Mangas et al., 2016). La ciencia moderna necesitó redescubrir la ética y anteponerla a la moral prevalente para romper paradigmas obsoletos. La bioética nace entonces cuando surge la preocupación por la vida en campo de la investigación. Como es de esperarse, primero se aplicó en la experimentación con sujetos humanos. A lo largo del S. XX se llevaron a cabo experimentos que de ningún modo serían posibles en la actualidad, tanto en humanos como en animales. Por tal razón, la bioética se desarrolla para garantizar que estos experimentos cumplan con su interés primario con una base de respeto por la vida, justicia e igualdad. Actualmente, cualquier artículo de investigación que involucre experimentación con animales o humanos, deberá contar con la aprobación por escrito de al menos un comité de bioética (Koepsell y Ruíz, 2015).
Investigación con animales: aspectos éticos y jurídicos
Antes de abordar la forma en cómo las biociencias perciben a los serves vivos como su objeto de estudio, es importante enmarcar la noción que tenemos de nuestra especie como animal. Taxonómicamente, el Homo sapiens es un homínido, único género dentro de esta familia animal, estrechamente emparentado con otras especies como los gorilas, chimpancés, orangutanes y bonobos. Sin embargo, la visión tradicional del humano a lo largo de la historia occidental se ha basado en prejuicios religiosos enajenantes de nuestra propia naturaleza, originados en la cultura griega clásica pero alimentados por la tradición judeocristiana.
El hecho de pensar que la vida en el planeta se encuentra a nuestra merced y que podemos instrumentalizar a los animales y al resto de los organismos vivos porque el hombre es “distinto” es la base central del antropocentrismo (Chaverri-Suárez, 2011). Corriente del pensamiento alimentada por mitos a lo largo de la historia, donde se asume que nuestra especie es el centro del universo.Superando este concepto fundamentalista y obsoleto, entonces podemos asumir que somos, al igual que el resto de los animales, seres sintientes y conscientes como los demás homínidos, muchos otros mamíferos, aves y algunos cefalópodos (Birch et al., 2020).
Pues de este principio parte la Declaración Universal de los Derechos de los Animales que los define como seres sintientes, y como tales, dignos de consideración moral.
Los animales no deben instrumentalizarse, pues su condición de ser vivo les da una razón para sobrevivir, son un fin en sí mismos y no un medio para conseguir otro fin (Chaverri-Suárez, 2011; Barrios et al., 2011).
Por otro lado, un animal puede ser considerado una plaga a pesar de su capacidad sintiente. Si una especie pone en riesgo el equilibrio de los ecosistemas o la salud pública, por el anormal crecimiento de su población, puede estar sujeto a exterminio con esa justificación.
Es una situación mediada por múltiples intereses, y eso hace que sea complicado delimitar lo éticamente correcto de lo incorrecto, pues mucho depende del carácter apreciativo de la situación que permanece aún influenciada por el antropocentrismo. Prueba de esto es que a pesar del crecimiento exponencial de nuestra especie y el daño evidente que hemos provocado al planeta, no nos hemos considerado una plaga, al menos de manera oficial.
Debido a esta borrosa línea, se deriva una serie de lineamientos que se deben respetar en la práctica investigativa en ciencia animal. La Organización Panamericana de la Salud publicó las Normas Internacionales para la Investigación Biomédica con Animales (Fig. 1) (PAHO, 1990). A continuación, se enlistan las normas principales:
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Siempre que sea posible, usar modelos matemáticos o modelos biológicos in vitro, en lugar de animales vivos para experimentación.
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Los experimentos con animales vivos se realizarán solo si su uso es justificable debido al valor de la investigación en humanos, animales y generación de nuevo conocimiento.
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Se debe emplear el menor número posible de animales para la investigación.
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Se deben tratar dignamente en todo momento y disminuir al máximo posible su incomodidad, sufrimiento y dolor.
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Se debe asumir que, si un procedimiento duele en humanos también duele en animales, y evitarse.
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Procedimientos quirúrgicos no deberán realizarse en animales químicamente contenidos, sino anestesiados.
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Si después de un experimento los animales sufren condiciones permanentes que provoquen dolor, estos deberán recibir la eutanasia humanitaria.
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Los animales deben ser supervisados y atendidos en todo momento por médicos veterinarios capacitados para tal labor.
Los comités de bioética son los encargados de garantizar que estos principios se respeten desde la planeación de la investigación y durante la misma. Es la razón por la que los experimentos que involucran animales requieren una aprobación por escrito de su comité correspondiente (Molina-Martínez, 2015; Silva, 2017; Heredia-Antúnez et al., 2021).
Por otro lado, en el artículo 46 de la Ley de Protección de los Animales de la Ciudad de México se especifica que, en materia de experimentación con animales, cada caso estará sujeto a su respectiva Norma Oficial Mexicana. Además, queda prohibido el uso de animales con fines de vivisección o experimentación en los niveles básicos de educación, y los alumnos de niveles superiores no pueden ser obligados a usar animales con fines didácticos en contra de su voluntad. Si sus profesores intentan obligarlos, estos deberán ser denunciados ante las autoridades. Esta Ley, en el artículo 47 aclara el papel que deben desempeñar los comités de bioética para garantizar el bienestar en cada animal de experimentación (Gaceta Oficial de la Ciudad de México, 2023).
Conclusiones
La bioética es una disciplina dentro de la ciencia de los animales que protege al sistema de producción científica de salirse de los márgenes de lo que se considera correcto en su actuar. Se pueden cometer faltas de manera intencional o no. Por un lado, el hecho de que alguien no tiene la intención de cometer una falta no lo exime de responsabilidad al incurrir en ella. bvgran capacidad e inteligencia para justificar nuestras propias inmoralidades. Se requieren herramientas que nos ayuden a detectar las malas prácticas y tomar medidas para corregir conductas inadecuadas en la práctica científica. Estas herramientas son desarrolladas y provistas por la bioética. Richard Feynman, reconocido físico estadounidense, declaró:
“El primer principio es no engañarse a uno mismo, pues uno mismo es la persona más fácil de engañar…
Después de no haberse engañado a uno mismo, es más fácil no engañar a los demás. Solo hace falta ser convencionalmente honesto”.
Referencias:
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Abad-García, M. F. (2019). El plagio y las revistas depredadoras como amenaza a la integridad científica. Anales de Pediatría, 90(1):1-8. https://doi.org/10.1016/j.anpedi.2018.11.003
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Barrios, E. E., Espinoza, M., Leal, U., Ruíz, N., Pinto, V. y Jurado, B. (2011). Bioética y el empleo de animales de experimentación en investigación. Salus, 15(2):50-63.
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Birch, J., Schnell, A. y Clayton, N. S. (2020). Dimensions of Animal Consciousness. Trends in Cognitive Sciences, 24(10):789-801. doi: https://doi.org/10.1016/j.tics.2020.07.007
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