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Pioderma en perros: Importancia del Diagnóstico y Protocolos de Tratamiento.

PALABRAS CLAVE > Pioderma > prurito > inflamación > infección bacteriana > pioderma superficial > pioderma profunda

MVZ Andrea Novak Savioli.

Gerente Técnico Ourofinio Brasil

andrea@ourofino.com

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Pioderma en perros

Pioderma es el término que ha sido utilizado para denominar infecciones bacterianas de la piel, pudiendo presentar diferentes orígenes tales como: infecciosas, inflamatórias y neoplásicas (Kahn y Line, 2010). En perros, es considerada una de las dermatopatías más comunes, siendo el principal patógeno el Staphylococcus pseudointermedius, especie anteriormente denominada S. intermedius (Devriese et al., 2005).

 

El diagnóstico de esta patología debe basarse en la anamnesis, examen físico y exámenes complementarios como citología, cultivo y antibiograma, que de acuerdo con los resultados obtenidos indicarán el protocolo de tratamiento adecuado y, de esta forma, son identificados como factores cruciales para el éxito y control de las pioderma  en los animales.

 

El uso racional de medicamentos como los antimicrobianos, debe ser instaurado evitando así fallas en el tratamiento y aumento de la resistencia bacteriana.

Factores Predisponentes 

y Agentes Etiológicos

 

La pioderma canina es generalmente ocasiona-da por una multiplicación exacerbada de bacterias residentes de la microbiota normal o de la microbiota transitoria de la piel, pudiendo ser primaria, sin la presencia de una causa subyacente, o secundaria, derivada de factores predisponentes que alteran la resistencia de la piel y predisponen a las infecciones, tales como: traumas, humedad excesiva, suciedad, irritantes químicos, congelamientos, quemaduras, irradiación, dieta inadecuada e infestación parasitaria.

 

Las causas subyacentes más comunes de pioderma son enfermedades cutáneas alérgicas (dermatitis atópica canina, alergia alimentaria y/o dermatitis alérgica a la picadura de pulgas), enfermedades cutáneas parasitarias (sarna sarcóptica, demodecosis, enfermedades parasitarias sistémicas (leishmaniasis), enfermedades endocrinas (hipotiroidismo e hiperadrenocorticismo), alteraciones de la queratinización (seborrea primaria), derma-tosis congénitas / hereditarias, neoplasias (carcinoma espinocelular), enfermedades autoinmunes, inmunodeficiencias (congénitas o adquiridas), además de enfermedades de origen fúngico (dermatitis a Malassezia spp y dermatofitosa) (Vercelli, 2009).

Bacterias del género Staphylococcus spp, son el agente etiológico que se encuentra con mayor frecuencia en los casos de pioderma canina.

Los agentes etiológicos encontrados con mayor frecuencia en los casos de pioderma canina son bacterias del género Staphylococcus spp, siendo el S. pseudintermedius, previamente identificado como S. intermedius, la especie comúnmente aislada, además de ser habitante normal de la micro-biota de la piel y mucosas de los animales (Morris, 2011b).

 

Otros agentes, considerados invasores secundarios en casos de pioderma profundas, crónicas o recidivantes incluyen Pseudomonas spp, Proteus spp, Escherichia coli y Staphylococcus aureus (Rosser Jr., 2004).

Clasificación

 

Las piodermas se clasifican como primarias o secundarias de acuerdo con la ausencia o presencia de una causa subyacente, pudiendo también ser clasificadas de acuerdo con la profundidad de la infección en: pioderma de superficie, pioderma superficial y pioderma profunda. En general, cuanto más profunda es la pioderma más grave es el proceso, aunque la gravedad también depende de la extensión de las lesiones (Scott et al., 2001; Harvey, 2007).

 

La pioderma de superficie esta limitada al estrato córneo, no habiendo la invasión de la epidermis pero si una colonización de patógenos sobre la superficie de la piel. Generalmente se desarrolla a partir de traumas ejercidos sobre la piel debido a prurito intenso y las lesiones características son erosiones superficiales que no penetran más allá de la membrana basal de la epidermis asociadas a la presencia de eritema, exudado y prurito. (Scott et al., 2001; Irhke, 2006).

 

En la pioderma superficial, existirá el compromiso de la epidermis, de la porción superficial de los folículos pilosos y del espacio interfolicular (Harvey, 2007). Las lesiones más frecuentes son pústulas que pueden ser foliculares, resultando en la acumulación de pus en los folículos pilosos; o no foliculares. Por el hecho de ser consideradas muy frágiles, las pústulas se pueden romper fácilmente formando lesiones secundarias conocidas como collarines epidérmicos (Morris, 2011a).

 

Foliculitis  bacteriana (subtipo de pioderma superficial) es la forma más común de pioderma en la especie canina, estando frecuentemente asociada a procesos alérgicos, presencia de ectoparásitos y enfermedades endocrinas  (Hillier et al., 2014, Noli, 2003). En la mayoría de los casos, la foliculitis superficial canina es causada por Staphylococcus intermedius, aunque también puede ser consecuencia de otros estafilococos o incluso de otros agentes bacterianos (Scott et al., 2001).

En casos de pioderma profunda, generalmente ocasionada por el agravamiento de cuadros de foliculitis superficial; los folículos pilosos, la dermis (y ocasionalmente el tejido subcutáneo) estarán comprometidos. Los pacientes con dermatitis atópica pueden presentar foliculitis profunda o furunculosis como consecuencia de la ruptura de los folículos pilosos y contacto de su contenido con la dermis, originando una reacción inflamatoria piogranulomatosa (Noli, 2003).

Diagnóstico

 

El diagnóstico de pioderma en perros debe ba-sarse en la anamnesis, en el examen físico y en los exámenes complementarios como la citología, el cultivo y el antibiograma.

 

El examen citológico se muestra importante para distinguir entre la infección bacteriana y la colonización bacteriana normal de la piel, indicando así la profundidad de las lesiones. Las muestras para análisis citológicos pueden ser recolectadas utilizando cinta adhesiva (lesiones de la superficie cutánea), a través de punción aspirativa (nódulos o pústulas de gran tamaño) o por medio de fístulas (Scott et al., 1996; Marcos et al., 2011).

 

Los hallazgos citológicos generalmente consisten en la observación de bacterias intracelulares, normalmente en el interior de los neutrófilos. En las piodermas superficiales normalmente se observa un número elevado de neutrófilos y bacterias mientras que en la pioderma profunda generalmente se encuentra un número variable de neutrófilos, macrófagos, linfocitos y plasmocitos y una pequeña cantidad de bacterias (Noli, 2003).

Tratamiento

 

Una vez que se ha diagnosticado la pioderma, es importante evaluar y clasificar la gravedad de las lesiones para verificar si el uso sistémico de antibióticos es justificable o si el tratamiento tópico por si solo será eficaz, reduciendo así la necesidad de utilizar terapias sistémicas (Scott et al., 2001; Muraya-ma et al., 2010).

 

Las piodermas de superficie generalmente se resuelven con tratamiento tópico, ya que las piodermas superficiales requieren normalmente tratamiento sistémico, sin embargo, el tratamiento tópico puede ser exitoso por sí solo cuando se respeta la frecuencia de aplicación de los medicamentos. Los casos de pioderma profunda requieren necesariamente la administración de tratamiento sistémico pudiendo ser aplicada simultáneamente a la terapia tópica  (Noli, 2003, Harvey, 2007, Morris, 2011b).

 

Para la elección del antibiótico que se utilizará en el tratamiento de las piodermas, varios requisitos deben ser respetados como: que el antibiótico posea un espectro de acción contra bacterias del género Staphylococcus, alcanzar altas concentraciones en la piel y buena penetración en tejidos, tener acción bactericida, presentar poco o ningún efecto adverso, ser fácil de administrar, no causar resistencia bacteriana y presentar un costo accesible.

 

En el tratamiento sistémico de la pioderma superficial debe ser instituido por lo menos un ciclo de 3 semanas de antibioticoterapia. En la pioderma profunda, es necesario un tratamiento mínimo de 6 semanas, en ambos casos, se recomienda la continuidad del tratamiento por lo menos 2 semanas después de que se haya observado remisión clínica de las lesiones (Noli, 2003).

Los perros que no responden al tratamiento o presentan pioderma recurrente deben ser sometidos a examen bacteriológico, pruebas de sensibilidad a antibióticos y una reevaluación del diagnóstico con investigación de posibles enfermedades subyacentes (Harvey, 2007).

 

Otras razones para la baja respuesta al tratamiento también deben ser consideradas, como: fallas del propietario en cuanto a la administración del tratamiento, errores de protocolo en cuanto a la dosis y duración del tratamiento, o aún, casos graves de pioderma; que por el hecho de una extensa necrosis y presencia de detritos, presentan barreras para la penetración y distribución de antibióticos con reducción en la actividad de éstos en el tejido objetivo.

 

En los casos de pioderma recurrente, es importante evaluar el tiempo entre el final del tratamiento y el desarrollo de la nueva infección de la piel. Si la recaída se produce después de algunos días, se evidencia que la duración del tratamiento no fue efectiva, por lo tanto, un período más largo de tratamiento debe ser propuesto, después de la realización de cultivo bacteriano y pruebas de sensibilidad para verificar si la droga todavía será efectiva. Los casos de recaída después de semanas o meses de finalizado el tratamiento son indicativos de que probablemente hay una enfermedad asociada a la pioderma que deberá ser diagnosticada y controlada (Beco et al., 2013).

 

Piodermas caninas son la principal razón del uso de antimicrobianos en la clínica de  mascotas. El creciente número de casos de esta patología ocasionados por microorganismos multirresistentes, especialmente el Staphylococcus pseudointermedius; que es resistente a una o incluso a varias clases de antimicrobianos, ha sido muy discutido por expertos a fin de estabelecer protocolos adecuados de tratamiento, procurando el uso racional de los antimicrobianos y evitando de esta forma el aumento de la resistencia de esas bacterias presentes en las infecciones de las piel.

 

El uso racional consiste en elegir el antimicrobiano según conceptos que evitan las fallas en el tratamiento y la exposición de la bacteria a un antibiótico inadecuado. Para ello se utilizan criterios que orientan la elección del antibiótico para aquella cepa bacteriana causante del cuadro clínico, en el animal específico y en el momento preciso.

 

La prescripción adecuada del fármaco debe ser fundamentada en la realización previa de exámenes de cultivo y antibiograma para identificación de la bacteria y de su perfil de sensibilidad, principalmente en casos de infecciones de piel que no respondan al tratamiento empírico así como en casos de pioderma profunda,  infecciones recidivantes (p. ej. pioderma recurrente) en las que haya exposición previa a muchas clases de antibióticos.

 

La información obtenida por el examen de cultivo y antibiograma debe ser también cruzada con los datos obtenidos en el examen físico y en la anamnesis, que deben ser detallados y minuciosos, pues darán los elementos al clínico para que él pueda elegir el mejor antibiótico según la clasificación de: antibióticos de primera, segunda o tercera elección.

 

Entre las opciones de antibióticos, la Cefalexina, perteneciente a la primera generación de las Cefalosporinas, es el antibiótico de primera elección en cuadros de pioderma por presentar alta eficacia, principalmente debido al excelente efecto antiestafilocócico, además de ser seguro, resultando en bajos efectos colaterales aún en tratamientos extendidos. Se presenta una acción bactericida contra bacterias Gram-positivas y Gram-negativos, a través de la inhibición de la síntesis de la pared celular de los microorganismos, siendo rápidamente absorbida y distribuida en la mayoría de los tejidos corporales y excretada por vía renal, tanto por filtración glomerular como por secreción tubular. La dosis sugerida es de 15-30 mg / kg por vía oral cada 12 horas a lo largo de tres a ocho semanas o de acuerdo con el protocolo adoptado por el médico veterinario con el fin de eliminar la infección y la colonización de la piel (Rodríguez et al., 2007).

 

Además del uso de antibióticos, la administración de antiinflamatorios puede hacerse necesaria en casos de pioderma secundaria a enfermedades alérgicas  (dermatitis atópica canina, alergia alimentaria y/o dermatitis alérgica a la picadura de pulgas), ya que la presencia de mastócitos e histamina, provenientes del proceso alérgico, hacen que la capa superficial de la epidermis sea más permeable a los antígenos bacterianos. Los pequeños traumas y las excoriaciones causadas por el prurito intenso también conducen a la inflamación de la piel, que se presenta más húmeda y con temperatura elevada, propiciando la colonización bacteriana (Haliwell y Gorman, 1989).

 

Así, con el objetivo de eliminar el intenso prurito, la administración de corticoide o corticoesteroides se utiliza como terapia antiinflamatoria adyuvante en las infecciones de la piel que, en dosis farmacológicas, resultará en una rápida inmunosupresión y disminución de la inflamación (Nuttall, 2008). 

Las moléculas de corta acción y con menor efecto mineralocorticoide, como la Prednisolona, deben ser utilizadas por vía oral en dosis decrecientes. El tratamiento puede iniciarse con dosis de 0,5 a 1,0 mg / kg / día hasta que los síntomas estén controlados (generalmente de 10 a 20 días); después, la misma dosis debe reducirse en administraciones cada 48 horas. Posteriormente el clínico deberá, cada 15 días, aumentar el intervalo de administraciones hasta que obtenga el mayor intervalo posible (Lucas, 2004). 

 

La alta incidencia de casos de pioderma canina, principalmente ocasionadas por bacterias multirresistentes, requiere la necesidad de un diagnóstico preciso para que se instituyan protocolos adecuados de tratamiento, tanto en la terapia sistémica como en la terapia tópica evitando; de esta forma, fallas en el tratamiento y el aumento de la resistencia de bacterias presentes en las infecciones de la piel.

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